lunes, 3 de septiembre de 2012

Desquite I


Hay una serie de cosas que me han ocurrido y que he tenido que soportar; cosas que me han parecido importantes. Por eso, ahora, voy a quejarme. ¿Por qué ahora, os preguntaréis? Muy sencillo: porque se me acaba de ocurrir esta idea. Iba a escribirlas a parte, para mí misma, pero pensé que esas quejas no servirían para desahogarme. No, para quejarte, tienes que tener a alguien que te escuche.

Mi primera queja va para las cosas que se empiezan soñando que llegarán lejos, para dejarlas a los tres días por simple vagancia. Permitirse soñar es sencillo; ser constante para conseguir lo que quieres, no tanto. Solo buscamos cosas sencillas. Si uso tan poco este blog, ¿para qué lo creé? ¿Y para qué creé los otros tres que tengo, si los iba a dejar tan desatendidos? Es cierto que no lo sabía, pero nunca hice un esfuerzo. Podría haberlo hecho y todos esos blogs hubieran llegado mucho más lejos. Quizá se me hubiera ocurrido algo de provecho pensando en qué escribir en ellos (como veis, ni siquiera yo me salvo de mis críticas). Ese es el motivo por el que ahora escribo aquí, y la primera queja que quito de mi lista, aunque espero que no sea la última.

En segundo lugar, quisiera quejarme de algunas personas. Mirad, yo entiendo que en la adolescencia estáis intentando consolidar vuestra personalidad, y eso está muy bien, ¿pero no veis a las personas a las que imitáis, como no se ven a sí mismas? De veras, si tuvierais amigos asesinos seríais cómplices de asesinato. ¿Queréis pasar toda vuestra vida siendo cómplices, y además cómplices de acciones semejantes? Adelante; pero no os lo recomiendo. Sí, podéis reír la gracia ante todas las burlas que hacen... Aunque, si yo lo hubiera hecho, todavía estaría avergonzada, aun sabiendo que no iba a volver a ver a las víctimas. Y vosotros, los que conseguís arrastrar a tantos seguidores a pesar de lo que hacéis, ¿me contáis cuál es vuestro secreto? Mi teoría es que quizá sea más cómoda la vida de un esclavo, aunque sea a la sombra de un dictador (perdonad, no creo que todavía halláis llegado a dictadores -algunos os quejáis de los dictadores, pero no sé si lo decís porque lo sentís de verdad o porque están mal vistos-, pero necesito una comparación) que el mero intento de ser libre. Confieso que en ese aspecto también tengo alguna que otra queja conmigo misma.

Lo tercero va para los ídolos de la gente. Futbolistas, cantantes enlacados, etc. Yo entiendo perfectamente que alguien diga que admira a un cantante por su voz, o incluso que le parezca que es una buena persona. ¿Pero decir que admira a un  cantante como persona? Lo siento, yo creo que eso no es posible. ¿Cómo va a admirarlo? ¿Viendo todas sus entrevistas y lo bien que sigue el guión que le ponen delante? En mi opinión, solo se puede admirar como personas a quienes realmente se conoce. Perseguir a alguien solo porque cante bien, verlo como si fuera un ejemplo a imitar, ponerse a chillar... Los famosos solo son personas, y para colmo creo que a muchos de ellos la fama los vuelve estúpidos, y que son los que más estúpidos se vuelven los que atraen a más seguidores de este tipo, porque además los buscan para sentirse más y más queridos. Pobres, creen que si alguien quiere la perfecta imagen que dan es que también los quieren a ellos. Cuánto daño hace el engañarse a sí mismos...

La cuarta queja de hoy va para la fe ciega. Que no se ofendan los religiosos: esto no va especialmente para ellos, sino para todo el mundo. Cuando hablo de fe ciega, me refiero a los que se empeñan en creer algo solo porque a ellos les gustaría que fuera así. Muchos pensarán: religión. Quizá, pero de todas las cosas que se creen por fe ciega, algo después de la muerte sería lo más comprensible, hasta el punto de que de eso en concreto no voy a quejarme. Sin embargo, sí voy a quejarme de quienes no dejan de repetir algo de lo que están totalmente convencidos y, cuando les preguntas el motivo de su convicción, te responden que lo creen solo "por intuición". (Traducción: "porque quiero creerlo"). Si al menos lo reconocieran ante ellos mismos... ¿Cómo puede alguien estar tan convencido de algo solo porque quiere que sea así? Aunque, en realidad, quizá una parte importante de nuestras convicciones tenga que ver con lo que nos gustaría creer. Quizá, una parte demasiado importante. Pero solo son quizás... Porque, quizá, yo no quiera creer eso. O quizá sí; quién sabe.

La quinta queja va para esta misma crítica, esta pequeña venganza contra las situaciones con las que tengo que convivir. A esta crítica se le escapan muchas cosas (de hecho, la mayoría), porque es la primera parte. No sé cuántas partes tendrá, en realidad. Además, tal vez sea demasiado sincera. Y las críticas y las quejas suelen generar antipatía. A lo mejor debería haber hablado sobre las cosas que me parecen bien, y no sobre las que aborrezco. Pero eso no me hubiera ayudado a desahogarme, así que es esto lo que os vais a encontrar. Tal vez estéis en desacuerdo con algunas de estas cosas. De acuerdo: podéis decirlo. Y, por supuesto, también podéis darme un tema que criticar, porque seguro que hay cosas que os sacan de quicio que os gustaría ver aquí.

lunes, 30 de abril de 2012

El comienzo de una historia.

¿Dónde empiezan las historias? ¿Con el recorrido de una lágrima solitaria que resbala sobre la piel humedecida? ¿Con esa lágrima que golpea el suelo y se parte como si fuera de cristal, y no de agua...? ¿O acaso comienzan al salir el Sol, al amanecer, al abrir los ojos y contemplar el nuevo día? ¿Al contemplar por primera vez el mundo? Si yo tuviera que escribir mi historia, el momento de mi nacimiento se convertiría en una simple fecha y a menudo omitiría los acontecimientos más importantes. ¿Por qué? Porque esos instantes que tanto me importaban a mí, o que tanto me cambiaron, no son nada para otros. Por ello, una historia empieza allí donde es diferente a todas las demás. Donde destaca. Donde la contemplan, la escuchan o la leen. Ahí no es donde nace un buen relato, sino donde puede ser contado.
Quizá ahora mis lectores esperen eso: un relato. Sin embargo, aún es demasiado pronto. Antes de eso, me quedan demasiadas cosas que contar. Pero, como esa lista es interminable, podría usar historias para ilustrarla. Historias que son hermosas como las flores, pero comienzan a marchitarse tan pronto como alcanzan su máximo esplendor. Lo que diferencia a estos relatos de las flores es que una flor solo vive una vez, pero una historia puede repetirse infinitamente... Y hay demasiados que pueden vivirla.
La imaginación, que permite crear todo eso, se basa siempre en cosas que ya existen. Si un niño que no ha nacido pudiera hablar, y contar una historia, ¿qué diría? ¿Hablaría del latido del corazón de su madre, de los extraños sonidos del exterior? ¿De la curiosa sensación que siente al mover una pierna o una mano? Pero... ¿Podría hablar de estrellas? ¿De colores? ¿Podría inventarlos? No. No se pueden inventar los colores, porque todos los que se nos ocurren son mezclas de otros. Y, a pesar de ello, podemos decir que esos colores son los únicos que existen, porque son lo único que podemos ver. La luz ultravioleta no tiene color, aunque los insectos sí puedan verla. El mundo pueda percibirse de millones de maneras, ¿quiere decir esto que sean todas incorrectas? Yo creo que no; que todas aciertan.